HEMOS VENCIDO


Νενικήκαμεν (Nenikékamen, 'Hemos vencido')
Dijo Filípides al legar a Athenas desde Marathon en el 490 a.C. 

Entre aplausos y gritos de “Brava!” entré en meta, acompañada de Jorge y con Bruno en brazos tras correr 42km.195m. en una ciudad sin igual. 42km. llenos de emociones, recuerdos y esfuerzo; y 195m. de satisfacción. ¡4 horas 21 minutos 0 segundos!

Ha sido, sin duda, un Maratón especial, además de precioso, con el que me he demostrado muchas cosas y con el que dejo atrás muchas otras. Ahora sé que estoy físicamente recuperada (y me atrevo a decir, que incluso mejor que el año pasado en Denver…) y psíquicamente más fuerte; que he cumplido mi reto y me siento orgullosa por ello. Y porque habéis sido partícipes de mi reto, os quiero dar las gracias por haberme apoyado, haber confiado en mí y apostado a favor de ayudar a niños enfermos, ¡yo ya he cumplido, ahora os toca a vosotros!


Sin embargo, os confieso que no estaba del todo segura. Los días previos estaba muy nerviosa. Me preocupaba Bruno, el viaje, la carrera... Sabía que había entrenado muy bien, que había sido constante, pero “sólo” durante dos meses y medio cuando, hasta ahora, necesitaba al menos cuatro meses para preparar un maratón.
Estos nervios desaparecieron cuando empecé a correr por los Foros Imperiales, acompañada por Julen y otros 19.998 maratonianos.

 
La primera sorpresa la encontramos en el kilómetro 3, en Circo Massimo, dónde nos esperaban los más fieles tifossi: Carmen, Clara, Jorge y Bruno. Tengo grabado a Bruno siguiéndome con la mirada y sentí que, en ese momento, Bruno entendió lo que hacíamos allí. Luego me contaron que acertó a decir: “¡Amos, mamá!”.

Nos reencontramos con ellos en el Km. 12, en Santa María Cosmedín (La Boca de la Veritá), donde Julen dio el relevo a Jorge, ya sólo nos quedaban…los treinta últimos kilómetros.

La Maratona recorre el margen del río Tevere, pasando por San Paolo Fuori le Mura, La Isola Tiberina, la Sinagoga, el Castell Sant’Angelo… Me impresionó especialmente la Via della Conciliazione con el Vaticano al fondo y la entrada a la Plaza de San Pedro. 

Inés y Nacho, aparecieron en los kilómetros 21, 32 y por sorpresa en el 37. Nos animaron enérgicamente, nos alimentaron y nos fotografiaron, e incluso nos grabaron en vídeo. ¡Que alegría verles entre el público! nos robaron unas sonrisas y por un momento desapareció el cansancio acumulado. 
 
Hizo mucho calor, muchísimo para correr. Los últimos diez kilómetros adelantamos a muchos corredores andando. Pero sin duda eran los kilómetros más espectaculares. Cruzamos Piazza Navona, radiante en una mañana de domingo, salimos a Corso Vittorio Emanuele II, subimos la Via del Corso, hasta cruzar (ya emocionada) la Piazza del Popolo, luego Piazza Spagna, nos sorprendió La Fontana di Trevi, donde siempre aparecemos sin esperarlo y Piazza Venezia, donde empezamos los últimos kilómetros, hacia el Teatro Marcello e il Colosseo.

Este escenario tan maravilloso, junto con la euforia, la alegría, el pensamiento de “ya esta hecho” que le repetía a Jorge en cada zancada y las ganas de ver al grupo de tifossi que nos esperaba en el 42 provocó que hiciéramos los dos últimos kilómetros más rápidos que todos los anteriores. Una vez pasada la pancarta del 42, ya en los Foros Imperiales, con il Colosseo a nuestras espaldas, a la vez que Carmen y Clara empezaban a llorar presas de la emoción, Julen, el Hombre Grúa, nos dio a Bruno por encima de una valla de dos metros. Cruzamos los tres juntos la línea de Meta, y nos fundimos en un fuerte abrazo. Entonces me tocó a mí; rompí a llorar.

Son muchas emociones vividas en pocos meses y muchos kilómetros. Sentimientos que revivieron en una ciudad muy especial para mí y con seres muy queridos. Es difícil explicar, pero me queda la sensación de que gracias a la ayuda de todos vosotros tuve fuerza para  gritar: 'Nenikek… Hemos vencido'.


GRACIAS  por estar ahí.